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NUEVA PUBLICACIÓN DE BLAS BOMBÍN MÍNGUEZ

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NUEVA
PUBLICACIÓN

 

LIBRO JUSTICIA DIVINA
La mano invisible de la ley

   La justicia divina nace en la mente de los seres humanos como un constructo necesario, arraigado fundamentalmente en la fe religiosa, para paliar las limitaciones de la justicia humana con una justicia superior. En palabras de Giorgio del Vecchio, el orden jurídico positivo está lejos de satisfacer plenamente las instancias de la conciencia humana, aunque con el progreso se haya llegado a un cierto grado de perfección técnica. Pero en todos los tiempos, más aún en los momentos de crisis, se ha escuchado la invocación a la ley eterna, esto es, a la justicia divina, como una exigencia irrenunciable del espíritu.

 

   Pertenecemos de un lado al mundo físico y de otro estamos conectados con el mundo de las verdades metafísicas o los valores absolutos, a los cuales nos atrae una inamovible aspiración de nuestro espíritu.

 

Hay verdades que “ningún instrumento mecánico ha demostrado jamás, pero que se imponen absolutamente a nuestra conciencia de tal manera que es imposible prescindir de ellas. Lo mismo puede decirse de la ‘’voz del deber”, llamada con razón por Rousseau “voz celeste”. En virtud de ello, la justicia humana no es sólo esa balanza simbólica gobernada por la Ley e inclinada a uno u otro lado, sino el resultado de una mano invisible, que a veces la refuerza, para hacerla más inexorable, mientras en otras ocasiones la complementa, matiza y corrige, de tal manera que a menudo puede otearse la presencia e intervención divina, la mano divina.

 

   Por eso San Gregorio decía que “la justicia humana, comparada con la justicia divina, es injusticia”. Si bien es cierto que algunos han eludido la primera justicia, administrada por un juez humano, nadie puede escapar de la justicia divina, cuyo juez es el mismo Dios. Porque así como la justicia humana es finita, temporal y falible, la justicia divina es intemporal, inconmensurable e infalible. Asimismo, mientras la jus- ticia humana siembra en torno a sus dictámenes la incertidumbre, la justicia di- vina posee la propiedad de proporcionar la certeza de que al final, cada uno recibirá, en esta vida o en la otra, lo que merece por cuanto ha hecho con los demás. Por eso, en palabras de William Gaddis, sólo podemos aspirar a la justicia total en la otra vida, porque en ésta sólo tenemos la Ley.

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